Qué difícil es verse en el aula cuando una no tiene apenas experiencia como profesora...
Eso me ocurría cuando empecé este máster en septiembre, sin experiencia alguna como docente a cargo de un grupo de alumnos. Sabía que el momento de las prácticas iba a llegar de un momento a otro ―no es que ignorara que fueran en abril, pero ya se sabe que cuando una está entretenida, se le pasa el tiempo volando― y no me veía del todo preparada para ello. Tenía experiencia como monitora de niños y adolescentes, así que creía que de algo me podría servir el haber dado instrucciones de juegos y actividades para el momento en el que entrara en el aula. También, pensaba que podría serme útil la habilidad de tener que manejar grupos de niños (a veces) descontrolados, que en el caso de las prácticas iban a ser adultos con ganas y/o necesidad de aprender español. Ahora no puedo calcular en qué medida me ayudó haber desarrollado esos y otros aspectos en mi experiencia previa en el momento de entrar en el aula por primera vez, pero estoy segura de que lo hizo de algún u otro modo.
Me ponía un poco más nerviosa a medida que se acercaban las fechas del inicio de las prácticas, pero a la vez tenía muchas ganas de poder verme por fin como profesora de ELE en un aula y con unos alumnos reales. Antes de eso, nuestra tutora Vicenta nos hizo redactar un punto de partida, a través de unas preguntas acerca de nuestras fortalezas y carencias previas a la práctica docente que íbamos a experimentar. Tras los cinco días de prácticas (20 h en total) que pasé en la escuela Versión original, con un grupo de cuatro alumnos de nivel A2, puedo volver a ese punto de partida que escribí y ver en qué he podido mejorar y qué aspectos debo seguir trabajando. A continuación, presento los fragmentos de cada apartado, con su correspondiente comentario que hago ahora, tras mi reflexión después del periodo de prácticas docentes:
FORTALEZAS
● ¿De qué me siento segura?
De mi formación lingüística, con la cual puedo ayudar a los alumnos con sus dudas.
● ¿Qué sé cómo solucionar?
Aclarar alguna duda lingüística a los alumnos que inicialmente parezca difícil de entender.
Adaptar mi lenguaje al nivel de los alumnos.
La falta de conocimiento de los contenidos para cada nivel, recurriendo a documentos como el PCIC.
● ¿En qué me considero buena?
En escuchar a los alumnos y dejarles hablar, algo necesario si tenemos en cuenta que son ellos los que más deben participar en el aula y no el profesor.
En identificar problemas lingüísticos de los alumnos.
En entender a hablantes no nativos cuando aparentemente no se entienda lo que quieren decir.
En dirigir a un grupo, dada mi experiencia como monitora.
En cuanto a las fortalezas que creía tener antes de empezar las prácticas, puedo decir que prácticamente todas se dieron durante la docencia en alguna u otra situación. Durante las correcciones a los alumnos y en la aclaración de sus dudas, pensaba que me iba a ser de gran ayuda mi formación lingüística, y seguramente en algún porcentaje lo hizo, pero sobre todo me ayudaron las explicaciones que daba la docente titular del grupo sobre gramática o vocabulario. Con estas prácticas he podido confirmar que, por más background lingüístico que tenga un profesor, si no sabe cómo explicarlo de forma clara y comprensible a sus alumnos, no va a ser capaz de enseñarles a hacer un buen uso de la lengua.
Por lo que respecta al lenguaje, considero que durante las sesiones en las que me tocó intervenir pude ser capaz de hacerme entender a los alumnos. No obstante, gracias a la tutora que me observaba mientras implementaba las actividades, y que después me daba su feedback, pude darme cuenta de que a veces empleaba demasiadas palabras en las instrucciones, por ejemplo, y era algo a lo que debía prestar más atención, siendo capaz de transmitir más, pero con menos palabras. Esto último nos lleva al punto en el que dije que me consideraba buena en escuchar a los alumnos y dejarles hablar, puesto que el profesor debe poder intervenir lo justo y necesario con tal de que sus aprendices tengan más tiempo para poder expresarse, practicar, y así poder recibir las apreciaciones necesarias para mejorar su competencia lingüística.
En el caso de la dirección del grupo, considero que tuve suerte porque tres de los cuatro alumnos llevaban tres semanas juntos en el curso intensivo y, junto con la profesora, habían conseguido crear un buen ambiente en el aula, en el que se hacía muy fácil tanto aprender como enseñar. De esta forma, no tuve problemas en cuanto a la gestión del grupo y fue bastante tranquilizador el hecho de haberme iniciado en la docencia de ELE con un grupo como el que me tocó.
CARENCIAS
● ¿Qué es lo que no sé (contenidos, procedimientos, etc.)?
Planificar una clase con coherencia, es decir, que tenga en cuenta todos los aspectos de la docencia para que la clase tenga un buen ritmo y los alumnos aprendan y se sientan
integrados en el aula.
Los contenidos que se tratan en cada nivel.
Adaptar los conocimientos lingüísticos que poseo a un nivel más pedagógico.
Cómo impartir una sesión de equis horas para que el ritmo de la clase sea óptimo.
● ¿Qué me preocupa?
No poder cumplir con el tiempo planificado para una sesión.
No saber integrar a los alumnos en el aula, de forma que se sientan cómodos y libres para expresarse y practicar el español.
No saber contestar a las dudas de los alumnos.
Ponerme nerviosa en el aula debido a mi poca experiencia, bloquearme, que los alumnos lo noten y no haya un buen ambiente en la clase.
No sentirme cómoda en el aula y que eso se traslade a mis alumnos.
No saber hacer actividades significativas y comunicativas.
Que los alumnos no me entiendan o no aprendan con mi práctica docente.
Por lo que respecta a las carencias que preví en el momento de redactar el punto de partida, eran más numerosas que las fortalezas. Debo decir que eso no significó que yo fuera de cara a las prácticas con la idea predeterminada de que tenía más aspectos negativos que positivos como docente, sino que era consciente de que era la primera vez que me sumergía en ese contexto y, por eso, tenía mucho por observar, asimilar, practicar y, sobre todo, aprender.
En cuanto a la planificación de clases, en mi caso no pude practicar mucho ese aspecto, pues mis intervenciones en el aula consistían en implementar una actividad o presentación al día. De este modo, no pude planificar plenamente una secuencia didáctica. Así pues, es algo que me queda pendiente para seguir desarrollando, ya que era una de las carencias que yo tenía y que también me propuse trabajar en el plan de acción que formulé al inicio del cuatrimestre que ahora finalizamos, pero no se ha dado la ocasión.
El saber qué contenidos lingüísticos pertenecen a cada nivel de competencia es algo que considero (y espero con todas mis fuerzas) que es algo que se aprende a medida que se va adquiriendo experiencia. En una de las sesiones de las prácticas, los alumnos empezaron a preguntarme por un contenido que yo creía básico en su nivel. Sin embargo, en la tutoría posterior con la profesora me di cuenta de que no lo habían visto en clase todavía. Seguramente se podría haber evitado haciendo un estudio previo de los contenidos tratados hasta el nivel del grupo que me había tocado. Así, he aprendido que debo prestar más atención a este aspecto en un futuro.
El tiempo previsto para actividad fue algo que supe ser capaz de respetar; sobre todo después de haber tomado unos minutos de más al final de la clase el primer día de implementación. Los siguientes días, fui más consciente de que debía poder controlar, dentro de lo posible, el tiempo que empleaba para mi actividad, pues la tutora de la escuela tenía su planificación y había que ajustarse lo máximo a ella y no apropiarnos parte de su tiempo.
Por lo que se puede ver en el punto de partida, el hecho de ponerme nerviosa y transmitir inseguridad a los alumnos, así como no hacer entenderme, era algo que me preocupaba realmente. No obstante, estoy contenta porque la tutora de la escuela, con más de 20 años de experiencia, me dijo que mi actitud con los alumnos era predispuesta, relajada y tranquila, y eso hacía que las actividades, quitando otros fallos que pudiera tener, fueran fluidas y el ambiente en clase fuera bueno.
A pesar del aprendizaje y la reflexión que me han aportado las prácticas, sigo teniendo ciertas inseguridades, puesto que mi experiencia como docente sigue siendo corta; pero lo que es seguro es que me ha ayudado a ponerme por fin en contacto con un aula y unos alumnos de ELE reales.
Aún queda un largo camino por delante,
Pero ya he empezado a recorrerlo.