martes, 8 de enero de 2019

La literatura y yo. Punto y seguido.



Tal y como expresaba en la entrada anterior, nunca he sido una apasionada de la literatura, aunque siempre hubiera sido un placer para mí leer lo que se nos pedía hasta Bachillerato y conocer la obra y biografía de distintos autores. Sin embargo, eso no significaba que en mi futuro como profesora de ELE no quisiera introducir la literatura en el aula. Esta razón me motivó aún más para intentar aprovechar todo lo que la (corta, pero intensa) asignatura de Didáctica de los Textos Literarios en ELE y la profesora tenían preparadas para nosotros. Y así ha sido.


Fue a mediados de diciembre cuando realizamos una salida al Laberint d'Horta, justo al lado de nuestro Campus. Esta salida suponía el broche final a la asignatura (y también a todas las clases del máster, en mi caso). Se nos pidió a cada uno de nosotros leer un texto previamente seleccionado, en el lugar que nosotros escogiéramos, que reflejara el aprendizaje realizado durante la asignatura. El texto que escogí fue Educar, del autor Gabriel Celaya.

Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca…
Hay que medir, pensar, equilibrar…
y poner todo en marcha.

Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que, cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.


Tras la lectura de este poema en uno de los canales del laberinto, el canal romántico, comenté lo que ha supuesto el hecho de haberme subido a bordo de esta asignatura. No ha sido fácil saber encontrar los textos adecuados para cada una de las actividades que hemos tenido que crear a lo largo de la asignatura y saber darles la vuelta para que ese texto fuera significativo para el aprendizaje de la lengua española. Para ello he tenido que desarrollar ciertas estrategias y habilidades, como dice el autor: «hay que tener en el alma un poco de marino, de pirata y de poeta».

En este caso, el ser marino lo comparo con ser constante y estar alerta a la hora de encontrar textos literarios que se pudieran introducir en el aula de ELE; el pirata, con esa astucia que hay que tener para pensar cómo extraer de un texto literario los diferentes aspectos lingüísticos y culturales que se pueden explotar; y el poeta, porque hay que saber interpretar los textos de los autores que elegimos. También, como dice el autor, he aprendido a tener un kilo y medio de paciencia porque para mí no ha sido tan fácil poder encontrar un texto al que poder darle la vuelta y encontrar el componente didáctico para exprimirlo en el aula. Y, por último, he visto que trabajar la literatura en el aula de ELE puede ayudar a embarcar a los estudiantes en el navío de nuestra cultura y es algo que siempre tendrán con ellos, como en la bandera de un barco.

Gracias a las diferentes actividades propuestas y las salidas literarias y culturales que hemos realizado, he podido ver que la literatura no tiene por qué ser aburrida y estática, sino que, sabiendo darle el enfoque adecuado, puede convertirse en un eje motivador dentro del aula. Por eso, para mí, esta asignatura supone un punto y seguido en mi relación con la literatura. El camino para redescubrirla y seguir buscando estrategias para introducirla en el aula de ELE acaba de empezar.



Fotografía realizada durante la salida al Laberint, con L. y F. al fondo


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