lunes, 22 de julio de 2019

El Talento Finalmente Mostrado (TFM)

En el mes de octubre de 2017 abría este blog, al inicio del Máster de FPELE. Hoy, casi dos años después, me dispongo a cerrar esta etapa como masteranda con una pequeña reflexión relacionada con lo que ha ocupado la mayor parte de mi vida durante los últimos meses: el Trabajo Final de Máster (TFM). Este trabajo llevaba por título La práctica reflexiva en el desarrollo profesional de docentes de ELE: Análisis de la autocrítica en las retroalimentaciones tras la observación entre iguales

Elegí este tema porque, tal y como ya mencioné en el trabajo, el ámbito de la práctica reflexiva había captado mi atención con anterioridad, en el Trabajo Final de Grado (TFG) y más adelante durante diversas ocasiones durante el máster, sobre todo en el periodo de prácticas docentes que realizamos al final del primer curso. De esta manera, pienso que con este trabajo he conseguido el objetivo de adentrarme completamente dentro del área de investigación de la práctica reflexiva relacionada con el desarrollo profesional continuo de los docentes, concretamente a través de las actividades de retroalimentación después de la observación entre iguales. Asimismo, creo que también he logrado aportar mi "granito de arena" a un campo de la investigación que no ha sido tratado al mismo nivel que muchos otros hasta el momento.

Otra de las reflexiones que extraigo de este trabajo es que sin duda ha supuesto ser el mayor proyecto que jamás he creado, tanto por las dimensiones, como por el esfuerzo dedicado. A lo largo de la realización de este TFM, ha habido días en los que pensaba que mi trabajo era genial y otros en los que ni siquiera creía que fuera a llegar a la fecha de entrega final. Sin embargo, he tenido la suerte de tener a unos compañeros de clase (también conocidos como amigos) maravillosos que me han estado apoyando y dando ánimos a lo largo del proceso; y, sobre todo, agradezco haber podido contar con el Doctor Jaume Batlle Rodríguez como tutor de mi TFM. Gracias a él he conseguido adentrarme en el área de conocimiento que he tratado en el trabajo, he sentido que me ha dado su apoyo constantemente y ha sabido sacar lo mejor de mí como investigadora, transmitiéndome todo el tiempo su pasión por la investigación. 

A pesar de los típicos altibajos que todos sufrimos cuando estamos sumergidos en un proyecto tan importante, conseguí entregar satisfactoriamente el trabajo escrito; pero, sobre todo, la mayor de las gratificaciones la sentí el día que yo consideraba como el más importante de mi formación como profesora: el día de la defensa del TFM. Durante la realización de la parte escrita ya había ido teniendo retroalimentación constante de mi tutor, pero el día de la defensa iba a recibir la opinión de otras tres investigadoras que solo habían sido testigos del resultado final que yo había entregado en forma de PDF, además de lo que yo expusiera durante mi defensa, en apenas media hora. Entonces, cuando por fin me transmitieron sus comentarios tan positivos sobre el trabajo, sentí que todo el esfuerzo y dedicación habían valido la pena y, sobre todo, se habían visto recompensados con una buena valoración por su parte. ¡Qué mejor manera de cerrar esta etapa de dos años tan intensa y enriquecedora! Al mismo tiempo, agradecí enormemente las puntualizaciones que me hicieron sobre algunos aspectos que no había llegado a plasmar en mi trabajo por desconocimiento, pero que sin duda tendré en cuenta y observaré con detenimiento para el futuro.

Así pues, teniendo en cuenta todo lo expuesto anteriormente, finalizo mi reflexión destacando que considero este TFM como la culminación de estos dos años de máster, en el que he intentado aplicar todos los conocimientos adquiridos hasta el momento y demostrar mi capacidad de adaptación al tener que investigar en profundidad un tema tan concreto y poco estudiado, así como emplear una metodología que no había sido demasiado tratada a lo largo de los dos cursos: el Análisis del Discurso. Sin duda, se cierra esta etapa de formación (solo en cuanto al máster, ya que una profesora está en formación continua a lo largo de su vida profesional), pero el camino como docente e investigadora de la didáctica de lenguas extranjeras empieza aquí. 

martes, 8 de enero de 2019

La literatura y yo. Punto y seguido.



Tal y como expresaba en la entrada anterior, nunca he sido una apasionada de la literatura, aunque siempre hubiera sido un placer para mí leer lo que se nos pedía hasta Bachillerato y conocer la obra y biografía de distintos autores. Sin embargo, eso no significaba que en mi futuro como profesora de ELE no quisiera introducir la literatura en el aula. Esta razón me motivó aún más para intentar aprovechar todo lo que la (corta, pero intensa) asignatura de Didáctica de los Textos Literarios en ELE y la profesora tenían preparadas para nosotros. Y así ha sido.


Fue a mediados de diciembre cuando realizamos una salida al Laberint d'Horta, justo al lado de nuestro Campus. Esta salida suponía el broche final a la asignatura (y también a todas las clases del máster, en mi caso). Se nos pidió a cada uno de nosotros leer un texto previamente seleccionado, en el lugar que nosotros escogiéramos, que reflejara el aprendizaje realizado durante la asignatura. El texto que escogí fue Educar, del autor Gabriel Celaya.

Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca…
Hay que medir, pensar, equilibrar…
y poner todo en marcha.

Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que, cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.


Tras la lectura de este poema en uno de los canales del laberinto, el canal romántico, comenté lo que ha supuesto el hecho de haberme subido a bordo de esta asignatura. No ha sido fácil saber encontrar los textos adecuados para cada una de las actividades que hemos tenido que crear a lo largo de la asignatura y saber darles la vuelta para que ese texto fuera significativo para el aprendizaje de la lengua española. Para ello he tenido que desarrollar ciertas estrategias y habilidades, como dice el autor: «hay que tener en el alma un poco de marino, de pirata y de poeta».

En este caso, el ser marino lo comparo con ser constante y estar alerta a la hora de encontrar textos literarios que se pudieran introducir en el aula de ELE; el pirata, con esa astucia que hay que tener para pensar cómo extraer de un texto literario los diferentes aspectos lingüísticos y culturales que se pueden explotar; y el poeta, porque hay que saber interpretar los textos de los autores que elegimos. También, como dice el autor, he aprendido a tener un kilo y medio de paciencia porque para mí no ha sido tan fácil poder encontrar un texto al que poder darle la vuelta y encontrar el componente didáctico para exprimirlo en el aula. Y, por último, he visto que trabajar la literatura en el aula de ELE puede ayudar a embarcar a los estudiantes en el navío de nuestra cultura y es algo que siempre tendrán con ellos, como en la bandera de un barco.

Gracias a las diferentes actividades propuestas y las salidas literarias y culturales que hemos realizado, he podido ver que la literatura no tiene por qué ser aburrida y estática, sino que, sabiendo darle el enfoque adecuado, puede convertirse en un eje motivador dentro del aula. Por eso, para mí, esta asignatura supone un punto y seguido en mi relación con la literatura. El camino para redescubrirla y seguir buscando estrategias para introducirla en el aula de ELE acaba de empezar.



Fotografía realizada durante la salida al Laberint, con L. y F. al fondo